
Por lo que podemos ver, sólo hay árboles en el planeta Tierra. Pero la rareza de este hecho no parece bastar para despertar admiración o empatía en la mayoría de los seres humanos. Embriagados por la idea de que todo el universo existe para servirnos, los árboles han sido maltratados durante siglos como si sólo fueran un recurso a explotar.
El empresario humano del progreso ha roto las relaciones con el mundo y negado la interdependencia con otros seres, ha subyugado los conocimientos ancestrales y ha convertido la vida en un reparto de tristezas y facturas atrasadas.
Afortunadamente, para muchos pueblos, los árboles son algo más que carbón para los hornos, lastre para las carabelas o un estorbo para la especulación inmobiliaria y el agronegocio. En la cosmología africana y amerindia, el surgimiento de las plantas, los animales y todos los seres se produce en relación, y se abre a un futuro común. Los árboles son un sistema sensible que comunica, deleita, protege y ayuda al mundo a mantenerse vivo.
Muchos trabajos fotográficos están dedicados a entablar un diálogo con este conocimiento ancestral y natural y a romper la monumental ignorancia que legitima los ataques contra los bosques y sus defensores. La fotografía es una invitación a reflexionar y prestar atención a raíces, troncos y hojas reales o fabricados; ríos, lagos y mares que son reales o espejo de nuestra civilización. La nitidez no reside en el enfoque, sino en la experiencia de la vida en el planeta.
Con esta idea, concepto y práctica le invitamos a inscribirse en la Convocatoria 2025.